lunes, 22 de junio de 2009

3:19

Saliendo de ver 3:19 Nada es Casualidad y me puso a pensar.

¿Qué hace que una película sea buena y otra sea mala? Evidentemente no entraré en detalles de factura ni de lenguaje cinematográfico ya que creo que una película con mala calidad de imagen y/o sonora, no deja mucho al análisis, más bien se cierra en la conclusión de que la película estaba mal facturada. Por otro lado, creo que las reglas, los ejes, el raccord, y demás existen por una razón, pero que se les respete no asegura una buena película y que se les quebrante en ocasiones logra hacer una mejor película (propositiva y arriesgada). Prefiero centrarme en el desarrollo de la intensidad dramática.

En una ficción el director moldea el universo a su gusto y lo plasma en el celuloide. El director, de cierta forma, es un manipulador de verdad. Manipula todos los elementos que juegan en la creación de una película, para lograr obtener el resultado deseado.

Aquí esta el punto:
Un mal realizador intenta manipular al público para hacerlo sentir lo que él quiere. De esta manera, uno como público mira la película y se da cuenta inmediatamente de las intensiones del director y entonces la magia se rompe, nos avienta fuera de la diégesis y dejamos de creer por completo en su verdad. Es una manipulación burda, plagada de clichés y llena de lugares comunes que de antemano se sabe que funcionan.
Por otro lado, un buen realizador no intenta manipular al público y si logra una conexión tan especial con su audiencia es justamente por eso. El gran director es sincero y usa el cine como medio de expresión, plasma su alma en busca de almas afines que necesiten sentir lo que el siente. Pero de esta manera, su motivación principal no es la manipulación burda del público, sino la expresión poética de sus sentimientos.

Eso marca la diferencia entre una buena película y una mala película, una nos toca en lo más profundo de nuestro ser, moviéndonos todo por dentro, generado catarsis en nuestro interior, la otra no logra entrar ni movernos en lo más mínimo, permaneciendo ajena y superficial.



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