sábado, 30 de mayo de 2009

Desafiando a la posmodernidad

Lo primero que pasa por mi mente cuando pienso en escribir un ensayo son los autores que citaré –sacar de su contexto frases enteras con el único propósito de demostrar un punto– y de principio suena algo tramposo por la cantidad de frases que se dejan fuera. Uno escoge cuidadosamente cuáles le convienen, cuáles son las más fuertes y las más concisas y así se lleva haciendo durante años. Un ensayo tiene mayor validez si contiene citas de personajes históricos, de teóricos y/o de académicos, pero yo sigo preguntándome ¿por qué? ¿Por qué no basta con decir que lo dije yo?, ¿qué le da a Foucualt la autoridad suficiente para validar mis opiniones? Años estudiando y especializándose, millones de libros leídos e infinidad de vivencias experimentadas. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, pero no es la vejez, es la convención lo que hace que valga más su opinión que la mía. Es el hecho de que todo el occidente, o casi todo, se haya puesto de acuerdo en el mismo pensamiento que dice que Foucault es grande y que lo que dice es inteligente. Así, es curioso que hasta en un movimiento que pretende ir en contra de la academia, se necesite citar a los académicos, aunque sea como referencia para partir de ahí en un camino completamente en contra, pero sigue sin aceptarse la posibilidad de la generación espontánea de pensamientos. Me parece interesante que seguimos cometiendo el mismo error, seguimos pensando que lo que se dice hoy es la verdad o lo más cercano a la misma, sin caer en cuenta que durante millones de años el hombre se ha encontrado en ese mismo error y al pasar el tiempo lo que parecía inteligente o sensato, comienza a sentirse absurdo. Seguimos sin entender que una nube no se puede apreciar estando dentro de ella porque tan sólo se aprecia una bruma que no deja ver, para ver la nube tenemos que estar debajo o arriba o a un lado de ella, pero no dentro de ella, y mientras más lejos estemos de la misma habrá mayor claridad pero se sacrificaran los detalles. Así, hoy Foucault es grande, hasta que alguien se atreva a decir lo contrario y la gente lo apoye y se cree otra convención y Foucault ya no pueda ayudarme a obtener una buena nota. La verdad es una convención y ya lo había leído antes pero no recuerdo quien lo dijo y francamente no me importa. ¿Qué sentido tiene ir en contra de la convención si lo único que se va a obtener a cambio es otra convención? Porque hasta que no se vuelve convención la gente no se entera y si las cosas no se saben, entonces es casi como si no existieran.

La posmodernidad es una teoría y ahí comienza su problema. Las teorías se basan en errores que llevan tanto tiempo repitiéndose que han perdido su categoría errónea. A todo se acostumbra el ser humano, pero eso no quita que las explicaciones sean errores bien vestidos. La teoría se basa en ciencias como la historia, pero la historia no es una ciencia porque la ciencia es un chiste. Hasta que punto llega la necesidad del ser humano por lograr que todo encaje en moldes preestablecidos, que hasta las cosas que no encajan son obligadas a pertenecer dentro de una categoría que pretende comprenderlas al ponerse de su lado, tal es el caso de los matemáticos y sus números irracionales. Esos números no existen y sin embargo necesitan existir porque sino toda su teoría se cae, pero tardaríamos más en terminar de completar o de decir el número que en demostrar porqué ese número es falso. Así, los científicos, los académicos y los teóricos se esfuerzan por embellecer sus teorías, por hablar lo suficientemente rápido y con un lenguaje tan especializado que la combinación de ambos factores logra que lo que se dicen se vuelva casi incomprensible, se amontonan y entre todos se apoyan, se aprovechan del poder que se les otorga por tratarse de una mayoría, pero el verdadero problema no es ese. El problema es que la gente cede y no por apatía ni por ignorancia, sino falta de interés, porque no a todos nos interesa ser pensadores, ni matemáticos, ni historiadores, y si pretendiéramos intentar entender todo de todo, nos sobresaturaríamos y terminaríamos por volvernos locos. Por eso no escribo un ensayo sobre la posmodernidad, porque lo mío es el cine y a mí que más me da si devengo cámara cuando veo a través del obturador, si lo único que importa en ese instante es la energía condensada dentro de mí que me hace sentir la persona más afortunada del mundo y que genera en mí una sensación de inmortalidad, y si devengo o no, si sé que devengo o si hablo sobre mi devenir, nada cambia ese sentimiento, que al final del día es lo único que a mí me importa.

Anti-teorizar sobre la teoría es como enseñarle a un niño a golpes que la violencia no es la solución de los problemas, así de absurdo es. En el cine, que tan buena es una película no depende de la historia que narra, sino de cómo se narra. Tiene tal poder la forma, que sin ésta el contenido no podría ser transmitido. De la misma manera funciona para la mayoría de las cosas, qué tanto se ríe la gente de un chiste tiene mucho más que ver con la manera en la que el comediante lo cuenta que con el chiste en sí. De la misma manera, Deleuze y Guattari teorizan sobre no teorizar y piensan sobre no pensar para empezar a sentir, sin darse cuenta de que ellos son teóricos y pensadores, no sentidores. No se piensa sobre sentir tan sólo se siente, de la misma manera que no se habla sobre dejar de hablar, tan sólo se calla, sino uno se enreda en los pensamientos y es tal la necesidad por lograr comprender la importancia de sentir que uno mismo se olvida de sentir. Si Deleuze y Guattari hubieran sido todo aquello que pregonan, entonces los conoceríamos como sentidores de la vida y no habría teoría sobre sentir, tan sólo un claro ejemplo y muchos seguidores. Pero no es el caso, ellos sólo proponen solucionar el problema, pero no lo solucionan, ¿y a mí qué más me da? si lo que menos me importa es la posmodernidad. Sigo sin entender el punto de escribir un anti-ensayo, creo que es algo negativo, si no puedes tomar nada bueno del libro, déjalo y consigue otro que te aporte algo bueno, pero ¿Cuál es el afán de coleccionar libros, millones de páginas tan sólo para demostrar que no dicen nada.? ¿Qué bien le trae eso al mundo? Hay que sumar, no restar, hay que multiplicar no dividir. Y así, por esto mismo yo no quiero hacer un ensayo que vaya en contra de la posmodernidad y la razón no tiene que ver con que eso sería inevitablemente posmoderno, sino con que a mí no me interesa hablar ni escribir sobre cambiar al mundo, yo voy a cambiar al mundo, yo voy a cambiar mi mundo y un sabio profesor me enseñó en su momento la manera de hacerlo y no puedo decirlo porque caería en lo mismo, pero sí se puede y sí se hace cada que uno quiere.



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