miércoles, 27 de mayo de 2009

El cine es una máquina de sueños

El cine visto como una maquina de sueños. El cine sentido. No como una manera de escapar de la vida, de la realidad, sino como una oportunidad para adentrarnos en la interioridad del ser humano, en todas esas sensaciones que tenemos olvidadas. Sentir, no pensar, no distraernos. Sentir. Se ha olvidado sentir. Vivimos en la repetición mecánica eterna, inmersos en un ciclo sin retorno, una y otra vez la misma realidad que ya conocemos. Nos da seguridad, nos protege, nos adormece. Vivimos pensando. ¿En qué? En nada, en todo, en lo trivial y en lo eterno, da igual, al final del día es lo mismo. ¡Qué distinto es sentir! No necesitar de nada, ni de bagaje cultural, ni de educación, ni de inteligencia. El sentimiento nos une. Entonces ¿por qué rechazar sentir? Los sueños no se piensan, se sienten. No se entienden ni se razonan, se viven, se experimentan. Sensaciones. Los sentidos vibrando al unísono de una narrativa descontextualizada y resignificada por nuestro inconsciente. Si el cine es una máquina de sueños, el cine está hecho para hacernos sentir, al igual que los sueños. Sin embargo, con que facilidad la gente olvida sus sueños al despertar, se desprende de ellos y no los vuelve a recordar, al final del día, o en este caso de la noche, lo que importa es la experiencia vivida y grabada para siempre en nuestras células.

Las experiencias generan sentimientos antes que pensamientos. El ser humano siente. Pienso luego existo: mentira. Siento: luego existo, así es como debe de ser. Para existir no hace falta más que un alma receptiva de emociones y sensaciones. Vivir siendo incapaces de emocionarnos por vivir, no es vivir. Podemos pensar en lo emocionante que es vivir y eso no es vida, la vida sería todo eso generado a partir del pensamiento de vivir, ese remolino que nos invade por dentro y que nos hace sentir un hueco en el estómago, como si un puño gigantesco lo estuviera apretando desde un universo paralelo y nosotros quisiéramos soltarnos y escapar porque la sensación es tan intensa que duele y que asusta porque no sabemos si seremos capaces de volver a sentir paz, de controlar ese sentimiento y así salimos corriendo a un rincón en nuestro cuarto, a resguardarnos de aquello que indica un “algo más” que desconocemos.



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